La Comisión de Carnaval informó que comenzarán el sábado 3 de febrero y durante todos los fines de semana del mes; mañana se terminarán de definir los lugares y las zonas afectadas por la restricción vehicular.
Asimismo, en sus 155 años de historia, los corsos de la Ciudad tuvieron una presencia permanente año tras año. O casi: solo se interrumpió en febrero de 2021, cuando la pandemia del nuevo coronavirus aún ponía restricciones en la vía pública y para grandes concentraciones de personas, a pesar de ser en espacios abiertos. En tanto, a pocos días de iniciarse la festividad en los barrios de la CABA, el contexto económico y político puso en duda la realización, aunque con negociaciones a contrarreloj se garantizaron los espectáculos populares. A la vez, pero con una fuerte reducción en la cantidad de corsos.
Por otra parte, y a diferencia de lo que ocurrió con otros municipios que se vieron obligados a suspender los corsos por recortes en el presupuesto, la Ciudad decidió afrontar los compromisos asumidos por la gestión anterior y realizar los carnavales, aunque con ajustes propios del escenario presente.
Por otro lado, las negociaciones se extendieron hasta el viernes en reuniones llevadas a cabo en la Usina del Arte con representantes del Ministerio de Cultura porteño y miembros de la Comisión de Carnaval formada por representantes del gobierno y delegados de las más de 130 murgas radicadas en la ciudad de Buenos Aires. Fuentes oficiales confirmaron hoy que serán solo ocho los corsos que se desplegarán desde el sábado 3 de febrero.
Asimismo, el número final será menor a los realizados en 2023, cuando se hicieron 35 corsos en toda la Ciudad; los delegados de la Comisión, referentes de todas las murgas porteñas, pedían al menos 28 este año, pero debieron ceder más en la negociación por un presupuesto acotado. Primero a entre 15 y 20; luego a ocho, el número final.
Por otro lado, cada corso implica un espacio donde se realiza el festejo, que puede ser al aire libre o en un espacio cerrado. En tanto, son asociaciones civiles, la mayoría de las veces ligadas a murgas, quienes se postulan para organizarlos y comparten los gastos con la Ciudad. A la vez, el gobierno de la Ciudad, con el presupuesto disponible, se encarga de la producción integral que implica escenario, vallas, baños químicos, sonido, gasista matriculado y otros servicios. Por otra parte, el organizador tiene a cargo la venta de productos relacionados con el carnaval –como los pomos de espuma– y la gastronomía –principalmente de parrillas– y bebidas.
“El presupuesto 2024 estará enfocado en poder garantizar que los corsos en los barrios tengan una buena calidad para el disfrute y seguridad de sus asistentes, al tiempo que garantice la seguridad y tránsito del resto de vecinos de la ciudad”, indicaron fuentes oficiales.
Asimismo, menos plata y menos cortes de calles. Ese es el pensamiento lineal del gobierno de la ciudad en su compromiso por continuar con los festejos tan tradicionales en el sentir porteño, pero con la intención de generar un menor impacto entre los vecinos que no desean participar. Por eso también se buscó, en la negociación, organizar corsos en plazas o parques que no demanden cortes o desvíos de tránsito.
Por otra parte, los ministerios de Seguridad y de Espacio Público e Higiene Urbana, la Secretaría de Transporte y las comunas están terminando de definir cuáles serán las locaciones para aplicar e informar las zonas y calles afectadas. A la vez, mañana, prevén en el Ministerio de Cultura, a cargo de la organización de los carnavales, quedará definido el cronograma.
Al mismo tiempo, Ensenada y La Matanza son dos de los municipios del conurbano que suspendieron los corsos, aunque podría haber otros que tomen el mismo camino. En otras provincias hay más casos que decidieron no afrontar el gasto debido a la complejidad económica que atraviesan.
“Los carnavales son los festejos más antiguos de la humanidad y nosotros somos parte de eso acá en la ciudad de Buenos Aires. Este año se hacen, aunque los corseros y los murgueros no escapamos de la realidad y entendemos la situación”, comenta Felipe Fiscina, uno de los cuatro delegados de las murgas que es parte de la Comisión de Carnaval.
“Se hacen a pesar que estamos desfasados con los tiempos legales porque la ley indica que la inscripción de los corsos debe realizarse en agosto y la de murgas, en septiembre u octubre. Este año se abrió el 16 de enero para las dos cosas”, indica el referente de Los Arlequines de la R, de Belgrano.
“Durante los últimos meses armamos una ingeniería como para tratar de no dejar a nadie afuera de los corseros que históricamente hacen los corsos. Pero ya tuvimos que hacer un recorte y dejar afuera a algunos, con una propuesta de 28 corsos porque entendemos la situación”, comentó Fiscina. En tanto, habrá solo ocho.
Aproximadamente 15.000 murgueros forman parte de 130 murgas en toda la ciudad, con una composición de entre 20 y 700 integrantes la más numerosa, Los Amantes de la Boca, que pone alrededor de 100 instrumentos en escena. En tanto, las personas que participan tienen de cero a 100 años, o más, si el espíritu y el cuerpo tienen la fuerza para acompañarlos.
“La negociación fue un poco más dura que otros años por el contexto económico, pero vamos a tratar de sacar un carnaval adelante como todos los años. Será más acotado por las locaciones, pero negociamos lo que más pudimos y entre las agrupaciones viendo qué recursos aportar, por ejemplo, escenario, vallas o sonido, para bajar los gastos”, indica Christian Evangelista, de Los Chiflados de Boedo, otro de los delegados en la Comisión del Carnaval.
“No podemos dejar de hacerlo. Las murgas ensayan todo el año, la vestimenta se empieza a confeccionar en noviembre, se hacen bingos, rifas y fiestas para juntar plata. El presupuesto disponible no cubre las expectativas para hacer los carnavales, pero los cuatro fines de semana de febrero vamos a estar ahí”, comenta.
De acuerdo a la reseña publicada por el Ministerio de Cultura de la Nación, el carnaval es una celebración pagana de origen cristiano vinculada a los días previos a “limpiar la carne” que termina con la tradición religiosa de no consumirla durante la cuaresma. Así fue introducido en Buenos Aires por lo españoles, limitado a los lugares cerrados entre 1770 y 1784, y censurados entre 1829 y 1852 durante la primera y segunda gobernación de Juan Manuel de Rosas.
En tanto, enamorado de esas celebraciones, y con las influencias de un viaje realizado en 1845 por Montevideo, Río de Janeiro, Francia, España, Argelia, Italia, Alemania, Suiza, Inglaterra, Estados Unidos, Canadá y Cuba, Domingo Faustino Sarmiento incentivó el primer corso en la Ciudad de Buenos Aires durante su presidencia, en 1869. Asimismo, Sarmiento tenía una participación activa en esos festejos junto a las murgas y comparsas, compuestas principalmente por afrodescendientes. Desde ese momento hasta la actualidad, los corsos de la Ciudad tuvieron asistencia casi perfecta.