Por Hernán Reyes*
Es necesario repensar el desarrollo. Esta verdad tiene o contiene muchas otras verdades, implica una infinidad de certezas científicas respecto de la crisis ambiental, una convicción moral de disponer recursos económicos e intelectuales al servicio de la supervivencia de toda la biodiversidad, y asume, también, una profunda confianza en que es posible lograr un consenso al respecto.
Tenemos la necesidad del desarrollo, de explotar al máximo nuestras oportunidades para mejorar nuestra calidad de vida, y, al mismo tiempo, no convertirnos en víctimas de nuestro propio desarrollo. Si el crecimiento de la economía va en detrimento de la biodiversidad actual o de las futuras generaciones, entonces no estamos hablando de desarrollo sino de un viejo concepto de riqueza. Hoy los países piensan en la sostenibilidad de sus políticas públicas, no solamente ambiental sino también en el impacto sobre la igualdad, sobre la pobreza, sobre el acceso a los servicios básicos, y el fortalecimiento de nuestras instituciones.
La economía circular es el devenir lógico de una forma de desarrollo que piensa la producción en los máximos de eficiencia para las generaciones actuales y las futuras. Se lo llama circular porque rompe con la linealidad que lleva a los recursos de la explotación a su disposición final con un entierro. Por el contrario, los recursos giran volviendo a ser aprovechados por la comunidad.
Pensar en clave circular no implica, exclusivamente, la recuperación y reciclaje de los recursos. Significa recuperar y reciclar, pero también consumir y producir con responsabilidad. Reducir la cantidad de empaquetado innecesario, mejorar la eficiencia en el uso de agua y generación de gases de efecto invernadero al momento de producir, promover el uso de energías renovables o simplemente hacer que las cosas para que duren más.
Algunos creen que es utópico tan solamente pensar en un desarrollo con clave circular por la falta de consensos. Sin embargo, el mundo está girando rápidamente en este sentido. Hoy el capital financiero internacional se aloja en grandes fondos de impacto destinados a financiar proyectos de estas características, los gobiernos fortalecen los estándares de calidad y sostenibilidad de su producción y los consumidores somos cada vez más responsables al momento de elegir qué queremos.
Queremos apostar por este nuevo paradigma del desarrollo. Por eso impulsamos la creación de un plan estratégico de economía circular en la Ciudad de Buenos Aires. El Gobierno de la Ciudad viene impulsando una importante agenda en el marco del objetivo de ser carbono neutrales en 2040 y en el cumplimiento de los objetivos de desarrollo sostenible de la agenda 2030 de las Naciones Unidas.
La economía circular se inserta en la comunidad como una oportunidad de desarrollo sostenible, que promueve la creación de nuevos empleos, innovación y, por tanto, una mejora de la calidad de vida. El desarrollo debe pensarse para que todos estén adentro, con progresividad y gradualidad en su implementación. Asegurando los tiempos necesarios para la debida adaptación de la industria, pero también para asegurar los efectos positivos lleguen con su impacto a las micro, pequeñas y medianas empresas.
Este nuevo paradigma requiere de una importante inversión en innovación. Esto es investigación y desarrollo de nuevas formas de producir, de almacenar o de distribuir lo que producimos, ni hablar de todo lo que recuperamos. Esta inversión se convierte en una importante mejora en la eficiencia de nuestra producción y reducción de costos para el acceso al mercado de productos de micro, pequeñas y medianas empresas.
Crear un plan estratégico supone la coordinación de los consensos público-privados para obtener mejores resultados. Convocar a los sectores económicos a alcanzar mayores estándares de eficiencia en la producción, fortalecer la recuperación de residuos y reducir la generación innecesaria. El Estado tiene una enorme capacidad de colaborar en acelerar esta transición y acompañar especialmente las micro, pequeñas y medianas empresas en este camino.
Lo que hoy es una oportunidad que podemos tomar, mañana es una restricción de acceso para nuestra economía. En la actualidad están creciendo los estándares de calidad y de impacto ambiental de los productos y servicios que son importados a mercados relevantes como es la Unión Europea. Si perdemos el ritmo de estos nuevos estándares, pronto nos será muy difícil exportar lo que hacemos acá.
Este es un gran momento para dar el paso, está el financiamiento de los fondos internacionales y crece la conciencia entre los consumidores. La Ciudad de Buenos Aires siempre fue vanguardista en este tipo de políticas públicas y esperamos que sea una guía para reproducir en otras ciudades y en la Nación.
*Legislador de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires