La obra es un homenaje al bandoneón, un instrumento esencial, símbolo del tango. Se emplazó en Puerto Madero, cerca al Río y conserva años de historia de esta melodía que conquistó todo el mundo.
Frente al Río de la Plata, elevado sobre un pedestal de cemento de aproximadamente dos metros, descansa, inigualable, el El Virulazo, símbolo que honra al tango argentino. Ciudad del 2×4, con espíritu arrabalero y con cierta nostálgica, hasta el año 2007 Buenos Aires no tenía un monumento que homenajeara y honrara al género musical del tango, y que invadiera las noches y cantinas porteñas, que le diera además, un nombre y significado a muchas de sus calles, que hoy se escucha y se baila alrededor del mundo entero, y que por otra parte es representante del mayor evento internacional dentro del rubro: el Festival Mundial de Tango de la Ciudad de Buenos Aires.
«La obra es un homenaje al bandoneón, que es el instrumento fundamental en la historia del tango”, comentó Mariano Pini, guía del Ente de Turismo del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, quien sabe y conoce todos los detalles de ella. De ahí la forma que ostenta: firme pero a la vez dócil, curva y espiralada. “…y su nombre fue por Virulazo, uno de los grandes bailarines de la historia del tango, bailarín de barrio, de club, que llegó a Broadway”, subrayó.
Hace ya varios años que se esculpe como escondida, rindiendo culto y homenaje en forma silenciosa a nuestro querido tango. La inauguró el Gobierno de la Ciudad allá por el 22 de noviembre de 2007, justamente el Día de la Música.
La escultura fue realizada por Estela Trebino y su hijo Alejandro Coria. “Es el primer monumento de la Ciudad hecho en familia”, resaltó Pini al mencionar a sus autores, que debe mencionarse, fueron los ganadores de un concurso propuesto por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires al que aplicó Trebino desde la Ciudad de Balcarce, donde residía, y quedó preseleccionada por el jurado entre más de 80 obras que se presentaron.
Fueron los porteños quienes en una votación eligieron El Virulazo como la obra más representativa de nuestro tango argentino.
Es a la vez, la primera obra con acceso popular, como ha sido lo en su momento el baile del 2×4 en la noche porteña, a la que vecinos y extranjeros pueden visitar y disfrutar por cuenta propia en Azucena Villaflor y Calabria, en la zona de Puerto Madero, allí dónde todo comenzó.
El monumento pesa aproximadamente dos toneladas y mide 3,5 metros. Se encuentra realizada con acero inoxidable. Para llegar a donde se encuentra hoy día, primero pasó por cuatro puntos estratégicos para lo que significa la historia del tango: el monumento a Osvaldo Pugliese, en el barrio porteño de Villa Crespo; el Abasto, en representación al conocido cantautor Carlos Gardel; el Obelisco y el emblemático Luna Park, sitio donde además fue velado el querido Gardel en el año1935.
Actualmente, yace mirando hacia el Uruguay, en el lugar al que arribó años otrora, dentro de un barco alemán junto a algunos inmigrantes que vislumbraban conformar una nueva vida; donde por esos tiempos la música significaba y representaba, un refugio para muchos de ellos y la melodía se convirtió en el alma de los porteños, sin embargo, hoy día, pocos saben de su existencia.
Por ello, en el marco de una nueva edición del Festival y Mundial de Tango en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, que se inició el pasado jueves 8 de agosto y permanecerá hasta el 21 del mismo mes, el Ente de Turismo local, la incluyó dentro de una de las visitas guiadas nocturnas obligatorias.
Ésta visita es gratuita y se puede reservar online mediante la página de turismo de la Ciudad.