En el barrio 31, donde ya murieron dos activistas referentes, un comedor comunitario tuvo que cerrar después de 30 contagios y un merendero disminuyó la capacidad de trabajo luego de que casi el 50% de sus voluntarios tuviera coronavirus.
Las deficientes políticas sanitarias en los asentamientos porteños quedaron en evidencia en toda su dimensión en el Barrio 31, donde los contagios superan los 900 casos. La emergencia sanitaria no sólo está provocando el fallecimiento de militantes, tales como Ramona Medina, sino que a su vez la propagación entre voluntarios que asisten a comedores y merenderos comunitarios resuena en los momentos en que el la hambría prolifera y la necesidad de ser solidario es cada vez mayor.
«Es veneno, este virus es veneno», expresó Leny Gutiérrez, de 38 años de edad, con residencia en el Barrio 31 y encargada del merendero comunitario “Nueva Esperanza”, perteneciente a la Agrupación del “Movimiento Evita”. Se encuentra ubicado en la manzana nueve, y de los veinticinco vecinos que ahí ayudaban, 10 son covid positivos. En ese sentido, de los doscientos niños que concurrían a merendar a ese lugar, actualmente solo pueden hacerlo cien y bajo otra modalidad, en la que se llevan los alimentos para consumir en sus hogares.
«No sabemos quién fue el primer infectado, pero ahora tenemos a compañeros hospitalizados y en hoteles. Hay una mamá con un nene de cuatro años y el chiquito tiene coronavirus. En nuestro comedor el virus hizo un desastre», explicó la vecina del barrio.
«Ahora podemos ayudar a la mitad de chicos porque les tenemos que dar el cartón de leche. Antes sacábamos las mesas afuera y les íbamos sirviendo. Pero acá todo es a pulmón, el Gobierno casi no nos ayuda», concluyó Gutiérrez.